¡Madre mía! La tendinitis es el pan comido de cada día en mis consultas aquí en Miami, ¡y menudo dolor de cabeza! Llevo 17 años viendo codos, rodillas y hombros protestando, y puedo jurar por mi título colgado en la pared que esta afección es más real que los impuestos y la humedad veraniega de Florida. Los tendones (esos cablesitos rebeldes que conectan músculos y huesos) a veces dicen “hasta aquí hemos llegado” y montan un numerito inflamatorio de los buenos.
Aquí en Miami, donde sudamos hasta en Navidad y la gente hace ejercicio como si no hubiera un mañana, veo tendinitis a patadas: desde abuelitas jugando al tenis hasta programadores que no despegan los dedos del teclado. ¡Si mis paredes hablaran…! Pero vamos al grano, que me enrollo como una persiana.
Entendiendo la tendinitis desde la raíz
¿Qué ocurre realmente en nuestros tendones?
A ver, ¿qué rayos pasa con la tendinitis en Miami? Pues mira, para explicártelo sin rollos médicos innecesarios: imagina que tu tendón es como ese elástico viejo de los calzoncillos que tanto te gusta conservar (todos tenemos uno, no te hagas). Lo estiras una, dos y veinte veces, y aguanta el tipo… pero al final, zas, se rinde y te queda un calzoncillo inservible. ¡Pues los tendones igual! Los pobres tienen aguante, no te digo que no… pero después de machacarlos en la cinta del gimnasio tras 8 horas tecleando informes, acaban pidiendo la cuenta.
Y entonces llega lo bueno: un dolorío que te habla, sensibilidad que ni la de tu ex cuando le mencionabas a su madre, y a veces una hinchazón que parece que llevas un huevo escondido bajo la piel. Lo he visto miles de veces, y créeme, no es plato de buen gusto para nadie.
Las zonas más propensas a sufrir tendinitis
Un aspecto curioso que he notado en mi consulta en Miami es que la tendinitis no reparte sus “regalos” equitativamente por todo el cuerpo. Hay zonas que son auténticos imanes para esta afección. El hombro, con su famoso manguito rotador, se lleva la palma en el ranking de tendinitis más frecuentes. Le siguen de cerca el codo, donde la epicondilitis o “codo de tenista” es el rey del mambo, incluso en personas que jamás han empuñado una raqueta.
La muñeca, la rodilla con su tendón rotuliano, y el talón de Aquiles son otros puntos calientes para esta dolencia. Cada zona tiene sus peculiaridades, pero todas comparten ese dolor persistente que puede ser como un compañero no deseado durante semanas o incluso meses.
Causas principales: cuando el cuerpo dice “¡basta ya!”
Los movimientos repetitivos: enemigos silenciosos
En mi experiencia tratando pacientes con tendinitis en Miami, he visto cómo los movimientos repetitivos son verdaderos saboteadores de la salud tendinosa. Ya sea tecleando sin descanso, pintando techos, o haciendo swing en el campo de golf de Doral, repetir el mismo movimiento una y otra vez es como echar gasolina al fuego para los tendones. Recuerdo el caso de Carlos, un programador que llegó a mi consulta con una tendinitis de muñeca brutal.
El pobre había estado trabajando en un proyecto urgente durante semanas, prácticamente sin despegar los dedos del teclado. “Doc, es como si tuviera un hierro al rojo vivo atravesándome la muñeca”, me dijo. Y no era para menos, sus tendones estaban gritando socorro tras aquel maratón informático.
El sobreesfuerzo: cuando queremos más de lo que podemos
Otro villano frecuente en el mundo de la tendinitis es el sobreesfuerzo agudo. En Miami, con su clima perpetuamente veraniego, veo casos a cascoporro de lo que yo llamo “síndrome del superhéroe de fin de semana”. Personas que, tras cinco días de sedentarismo oficinesco, deciden compensar jugando tres horas de tenis, corriendo media maratón o reorganizando todo el jardín en una sola tarde.
Los tendones, pobrecitos, no están preparados para semejante cambio de ritmo y acaban pagando el pato. Es como pedirle a un coche que lleva meses en el garaje que de repente corra una carrera de Fórmula 1. La tendinitis aparece entonces como un recordatorio doloroso de que nuestro cuerpo necesita una progresión gradual para adaptarse al ejercicio.
Factores anatómicos y edad: lo que nos toca en la lotería genética
No podemos meter todo en el mismo cajón de sastre. Algunos pacientes en Miami desarrollan tendinitis más fácilmente debido a factores anatómicos o la edad. Con los años, nuestros tendones pierden elasticidad y capacidad de recuperación, como esas gomas del pelo que al final ya no sujetan nada. Además, ciertas variaciones anatómicas pueden predisponer a sufrir tendinitis en zonas específicas. He visto casos de personas con una estructura ósea particular en el hombro que prácticamente garantiza problemas en el manguito rotador con el tiempo. Es injusto, pero es como funcionamos. Afortunadamente, conocer estas predisposiciones nos permite trabajar en la prevención de manera más dirigida.
Prevención: mejor que curar
El calentamiento: ese gran olvidado
Si me dieran un dólar por cada paciente con tendinitis en Miami que me confiesa no haber calentado antes de la actividad física, ya me habría jubilado en una isla privada. El calentamiento parece una pérdida de tiempo para muchos, pero es tan crucial como poner aceite a un motor antes de pisar a fondo el acelerador. Dedicar entre 5 y 10 minutos a movilizar articulaciones y aumentar gradualmente la intensidad del ejercicio prepara a los tendones para la batalla.
Durante mis años de formación, un viejo traumatólogo me dijo: “Los tendones son como la goma de mascar; si la estiras despacio y con calor, cede perfectamente; si tiras de golpe, se rompe”. Nunca ha habido mejor símil para explicar la importancia del calentamiento.
Equipo adecuado: inversión en salud
Otra medida preventiva crucial frente a la tendinitis, especialmente relevante en la activa comunidad de Miami, es utilizar equipamiento adecuado. He visto demasiadas lesiones causadas por zapatillas gastadas, raquetas con empuñaduras incorrectas o bicicletas mal ajustadas. Recuerdo a Sofía, una corredora entusiasta que llegó a mi consulta con una tendinitis de Aquiles brutal tras cambiar a unas zapatillas minimalistas sin adaptación previa. “Me dijeron que eran lo último”, se lamentaba mientras examinaba su adolorido talón. Invertir en buen equipamiento y, sobre todo, asegurarse de que sea el apropiado para nuestra anatomía y nivel de actividad no es un lujo; es una necesidad si queremos mantener nuestros tendones contentos y funcionando sin protestas.
Técnica correcta: forma sobre fuerza
Si hay algo que he aprendido atendiendo casos de tendinitis en Miami durante años, es que la técnica inadecuada es un billete directo al dolor. Ya sea levantando pesas, nadando o incluso realizando tareas cotidianas como cargar las bolsas del supermercado, la forma en que ejecutamos el movimiento puede ser la diferencia entre unos tendones sanos y una visita a mi consulta. La mayoría de pacientes pone cara de sorpresa cuando les señalo que su técnica está metiendo la pata.
“Pero siempre lo he hecho así”, me dicen. Claro, y los tendones han aguantado el chaparrón hasta que finalmente han dicho “¡se acabó!”. Invertir tiempo en aprender la técnica correcta de cualquier actividad es probablemente la mejor póliza de seguro contra la tendinitis.
Tratamientos efectivos: cuando la tendinitis ya está instalada
Descanso activo: el equilibrio perfecto
Una vez que la tendinitis ha decidido visitarnos en Miami, el descanso se convierte en nuestro mejor aliado, pero ojo, no hablamos de quedarnos tirados en el sofá viendo series. El concepto de “descanso activo” es fundamental: se trata de evitar los movimientos que provocan dolor mientras mantenemos la movilidad y tono muscular con ejercicios alternativos.
Es como cuando hay obras en una carretera: no cerramos todas las vías, sino que desviamos el tráfico por rutas alternativas. Siempre recomiendo a mis pacientes que, si tienen tendinitis en el hombro por nadar, prueben a caminar o hacer ejercicios para el tren inferior que no sobrecarguen la zona afectada. Mantener el cuerpo en movimiento acelera la recuperación y previene los problemas asociados al sedentarismo.

Fisioterapia: aliada imprescindible
En mi experiencia tratando tendinitis en Miami durante más de una década, puedo afirmar que la fisioterapia es una de las intervenciones más efectivas para esta condición. Los buenos fisios son como mecánicos expertos para nuestros tendones. Utilizan técnicas específicas como el masaje transverso profundo, la electroterapia, los ejercicios excéntricos y el stretching para rehabilitar el tendón dañado. Recuerdo el caso de Martín, un violinista profesional con una tendinitis de extensor de muñeca que amenazaba su carrera. Estaba desesperado cuando llegó a mi consulta. Seis semanas de fisioterapia intensiva, combinada con modificaciones en su técnica, lo devolvieron al escenario. Los fisioterapeutas no hacen magia, pero a veces lo parece por cómo recuperan tendones que parecían condenados al dolor crónico.
Farmacoterapia: alivio temporal pero necesario
Mira, soy de la vieja escuela y me encantaría solucionar todo sin pastillas, pero seamos sinceros, ¿eh? Hay veces que necesitamos dar caña a la farmacología, especialmente aquí en Miami donde la gente no puede permitirse el lujo de quedarse en casita mimando sus tendones. ¡Si hasta me han venido meseros con tendinitis aguda pidiendo algo “para aguantar el turno doble de esta noche”! Los antiinflamatorios (esos ibuprofenos y naproxenos que tragamos como si fueran M&M’s) pueden sacarte del apuro cuando el tendón está que arde.
Pero ojo al dato: son como ese amigo que te presta 20 dólares cuando estás pelado… te solucionan el momento, pero mañana sigues igual de arruinado. O como decía mi abuelo médico: “las pastillas callan el síntoma, pero la causa se parte de risa a sus espaldas”. En casos resistentes, los corticosteroides siguen siendo los reyes del mambo, aunque uso infiltraciones con cautela por sus posibles efectos secundarios a largo plazo. Lo más importante es entender que los fármacos son compañeros de viaje, no la solución definitiva para la tendinitis.
Rehabilitación y retorno a la actividad
Ejercicios progresivos: la paciencia da frutos
¡Ay, la fase post-aguda! Aquí es donde mis pacientes de Miami la pifian a lo grande. Están un pelín mejor y ¡zas! ya quieren volver a darle caña como si el tendón no hubiera montado antes un pollo del quince. ¿Sabes qué me recuerda? A mi sobrino de 5 años, que después de una indigestión brutal por zamparse tres helados, ya quería otro a las dos horas. ¡Ni de coña, chaval! Lo mismo les digo a mis pacientes. Los ejercicios excéntricos (esos en los que el músculo se estira mientras dice “aquí estoy yo”) son la auténtica salsa para regenerar tendones.
Me viene a la cabeza Ricardo, un triatleta cuarentón con más moral que el Alcoyano, que tras jorobarse la rodilla me soltó: “Doc, ¡yo mañana ya salgo a correr!”. Casi me da algo. Le preparé un programa de 8 semanas que al principio despreció: “Esto es una chorrada, si mi abuela hace más ejercicio”. ¡Ja! Dos meses después vino con una botella de vino a darme las gracias. La rehabilitación es como las croquetas de mi madre: si las quieres buenas, no vale acortar el tiempo de reposo.
Regreso al deporte: estrategias personalizadas
Mis deportistas miameros (sí, me he inventado esta palabreja después de 20 años tratándolos) son un caso aparte para volver al ruedo post-tendinitis. No hay café para todos, ¡ni de lejos! Cada cuerpo tiene sus manías y hay que atenderlas como mi abuela cuidaba sus geranios. A veces les pongo esos aparatosos kinesiotapes de colores (que entre tú y yo, además de sujetar, sirven para que el paciente no se olvide de que sigue en recuperación, menudo invento).
Otros necesitan cambiar hasta la marca de zapatillas. Me acuerdo de Patricia, una tenista cincuentona con más entusiasmo que técnica, que vino arrastrando el codo como si fuera un apéndice ajeno. La pobre jugaba con una raqueta que pesaba como un muerto. Le cambié el grip, la técnica de revés y hasta la hora de juego (¡menos calor, menos inflamación!). Lo que sí les taladro a todos en la cabeza es: si duele, STOP. No hay medallas por fastidiarse el tendón hasta la cirugía. El cuerpo avisa, como mi ex cuando estaba enfadada: primero sutilmente, luego a gritos, y si no haces caso… ¡catástrofe garantizada!
Cuándo buscar ayuda profesional
La tendinitis en Miami a menudo se trata inicialmente con medidas caseras, pero hay señales de alerta que indican la necesidad de consultar a un especialista. Si el dolor persiste más de dos semanas a pesar del reposo, si empeora o si aparece hinchazón significativa, es hora de pedir cita. También deben preocuparnos los ruidos de chasquido acompañados de dolor o la incapacidad para mover normalmente la articulación.
He visto demasiados casos complicados por demoras en la consulta, como tendones completamente rotos que podrían haberse salvado con intervención temprana. Como siempre le digo a mis pacientes: “Si tienes dudas, consúltame. Mejor una visita innecesaria que un tendón destrozado”. La atención oportuna puede marcar la diferencia entre una recuperación rápida y un problema crónico que nos acompañe durante años.