Mira, no voy a andarme con rodeos. El cáncer de piel se ha convertido en mi pan comido de cada consulta aquí en Miami. Después de pasar 15 años examinando toda clase de pieles (desde las más níveas hasta las más morenas), puedo decirte que este problema crece como la espuma, especialmente cuando el termómetro se dispara en verano. Lo que me revienta es que muchísimos pacientes aparecen por mi consulta cuando la cosa ya tiene un feo cariz. ¿Y sabes qué? Esa manía tan miamense de achicharrarse en la playa sin protección es como echar gasolina al fuego para estas dolencias cutáneas.
En esta ciudad de contrastes, donde el astro rey nos castiga con sus rayos prácticamente los 365 días del año, hay que estar con mil ojos para identificar esas señales que nuestra piel nos lanza a bocajarro cuando algo va mal. Y no, no estoy exagerando ni un ápice.
Tipos de cáncer de piel más comunes en Miami
Carcinoma basocelular: El silencioso invasor
El carcinoma basocelular es más real que los impuestos en nuestra comunidad de Miami, y mira que los impuestos en Florida son de aúpa. Este bicho se presenta como una lesión rosadita, brillante o como si tuviera un toque perlado que se niega en rotundo a cicatrizar por más potingues que le eches encima. Muchas veces viene con telangiectasias (esos capilares rojos que parecen que alguien ha dibujado con rotulador fino) y tiene la maldita costumbre de sangrar por nada.
Te lo juro por lo más sagrado: en mi consulta estos casos son el chocolate del loro. La mayoría de mis pacientes los confunde con algún granito rebelde, y cuando por fin se dignan a venir, ya llevan una eternidad paseando un carcinoma por ahí como quien lleva una mancha de ketchup en la camisa sin enterarse.
Carcinoma escamocelular: El agresivo oportunista
Este cáncer de piel se ceba especialmente con la gente de piel clara que vive en Miami, donde esquivar el sol es casi tan imposible como encontrar aparcamiento gratis en South Beach durante Art Basel. Se manifiesta como unas lesiones escamositas, a veces con una base dura (que al tocarla parece un chicle pisoteado en pleno agosto), y pueden crecer a una velocidad de vértigo.
El muy sinvergüenza tiene sus preferencias anatómicas: cara, orejas, labios y el dorso de las manos, ahí le gusta instalarse. La piel machacada por los rayos miamenses durante años acaba convirtiéndose en su piso piloto. Me saca de quicio ver cómo tantos pacientes confunden estas lesiones con “durezas” o “piel reseca”, cuando lo que tenemos delante es un auténtico incordio con potencial para liarla parda si no le ponemos remedio rapidito.
Melanoma: El temido adversario
El melanoma es, y que me parta un rayo si miento, el cajón de sastre donde ningún dermatólogo en sus cabales quiere meter las lesiones de sus pacientes. A ver, seré franco: me quita el sueño por las noches. Aquí en Miami, con este batiburrillo de razas y colores de piel (desde el blanco nuclear de los turistas nórdicos hasta el ébano profundo de nuestros residentes haitianos), vemos melanomas en todo el espectro de tonalidades cutáneas, aunque se ceban más con los que tienen la piel clarita como el papel.
Lo jodido del melanoma (perdona la expresión, pero es que no hay otra forma de describirlo) es que le da por colarse en el torrente sanguíneo y hacer turismo por otros órganos cuando menos te lo esperas. En nuestra ciudad, donde presumir de moreno es casi religión para un montón de gente, este cabroncete encuentra un terreno mejor que las ofertas del Black Friday para hacer de las suyas. Y por cierto, ese bronceado que tanto te mola no es indicativo de robustez, por mucho que los famosetes de Instagram intenten vendérnoslo. Es, literalmente, tu piel gritando: “¡Socorro!”.
Señales de alerta: Lo que tus lunares te están diciendo
La regla ABCDE: Tu mejor aliada
A la hora de hablar de cáncer de piel en Miami, la regla ABCDE debería ser tu tabla de salvación, mil veces más de fiar que el parte meteorológico de la tele local (y eso que ya es decir en una ciudad donde puede estar cayendo el diluvio universal en Coral Gables mientras en Brickell luce un solazo de justicia). Venga, vamos a desmenuzarla sin tanta parafernalia técnica: A es de Asimetría – si partes tu lunar mentalmente y las mitades parecen primos lejanos en vez de gemelos idénticos, ponte en guardia.
B es de Bordes – cuando son irregulares o difusos como si un niño los hubiera dibujado con el pulso tembloroso, hay motivos para preocuparse.
C es de Color – si tu lunar parece más un arcoíris que una mancha uniforme, mala señal. D es de Diámetro – si mide más de 6mm (imagínate el tamaño del borrador de un lápiz), no te hagas el sueco.
E es de Evolución – cualquier cambio, aunque te parezca una tontería del tamaño de una casa, merece que mueves el trasero hasta la consulta del dermatólogo. Te lo digo a pecho descubierto: esta simple regla ha salvado más pellejos en Miami que todos los botes de protector solar vendidos desde que el Tío Sam le echó el guante a Florida.
Lunares que cambian: Mejor prevenir que curar
Los lunares que cambian de aspecto son como esas parejas que después de años de estabilidad empiezan a salir de fiesta sin ti – más te vale estar al tanto y no hacer como que no pasa nada, porque el tortazo emocional (o en este caso, médico) puede ser monumental. En mi consulta de Miami, veo cómo el cáncer de piel habitualmente empieza con cambios tan sutiles en los lunares que podrías pasarlos por alto si no estás pendiente. A veces el paciente solo nota pequeñas cosas: un lunar que pica sin venir a cuento, que sangra cuando te secas después de la ducha, que crece a paso de tortuga o que va cambiando de color como un pulpo estresado.
Cualquiera de estas señales merece que dejes de darle largas al asunto y vengas a que te lo mire un profesional. Te lo cuento así, sin pelos en la lengua: la piel es como un libro abierto que cuenta historias; el problema es que la mayoría no sabe leer este idioma aunque lo tengan impreso en todo su cuerpo.
Manchas y lesiones persistentes
Esas manchitas rosadas o rojizas que aparecen como setas después de la lluvia y se niegan a hacer las maletas después de varias semanas, no son para tomárselas a la ligera, y menos en sitios que han recibido más sol que una terraza en Miami Beach. Las queratosis actínicas, que son las primas hermanas pequeñas del carcinoma escamocelular, son el plato principal de cada día en nuestras consultas aquí en Miami. Te lo firmo: cualquier dermatólogo de la ciudad te dirá lo mismo.
Se presentan como unas manchuchas de textura algo rasposa (como si te hubieras pasado la lija de uñas por ahí), a veces rojizas o tan discretas que apenas se distinguen de tu color natural, y pueden darte un poquito de escozor o picor. La gracia está en que casi nunca duelen, y precisamente ese es el quid de la cuestión. Vamos a ser honestos: si tienes la piel más clara que un vaso de leche y llevas viviendo más de cinco años en Miami sin embadurnarte a diario con protector, me juego el título a que ya tienes algunas de estas lesiones agazapadas por ahí sin que te hayas percatado de nada.
Factores de riesgo en la soleada Miami
El sol implacable de Florida
Vivir en Miami tiene muchísimas ventajas, pero nuestro sol no perdona. La radiación ultravioleta es el factor de riesgo número uno para desarrollar cáncer de piel, y en nuestra ciudad estamos expuestos a niveles altos durante prácticamente todo el año. Es como vivir con un factor de riesgo constante sobre nuestras cabezas. Los rayos UVA penetran profundamente en la piel causando daño acumulativo, mientras que los UVB son los principales responsables de quemaduras solares. Ambos tipos contribuyen al desarrollo del cáncer de piel en la población de Miami, especialmente en quienes disfrutan de actividades al aire libre sin la debida protección.
Piel clara en tierra de sol
Las personas de piel clara que viven en Miami están, metafóricamente hablando, jugando con fuego. Los fototipos bajos (I y II en la escala Fitzpatrick) tienen menos melanina, ese pigmento que actúa como protector natural contra los rayos solares. En mi consulta de Miami, el cáncer de piel aparece con mucha más frecuencia en estos pacientes. Pero ojo, esto no significa que las personas de piel oscura sean inmunes. He diagnosticado melanomas en pacientes de todos los tonos de piel en Miami. La falsa sensación de seguridad que da tener piel oscura es peligrosa y ha hecho que muchos lleguen a consulta cuando el cáncer de piel ya está avanzado.
Historia familiar: Cuando la genética juega en contra
Tener antecedentes familiares de cáncer de piel es como llevar una mochila extra de riesgo, especialmente si vives en un lugar tan soleado como Miami. He visto familias enteras afectadas por diferentes tipos de cáncer cutáneo, lo que subraya la importancia del componente genético. Si tus padres o hermanos han tenido cáncer de piel, tu riesgo se multiplica. Es fundamental que estas personas se realicen chequeos dermatológicos regulares en Miami, donde el factor ambiental puede hacer que la predisposición genética se manifieste más rápidamente. Yo siempre digo a mis pacientes: “La genética carga el arma, pero el ambiente de Miami puede apretar el gatillo”.
Prevención: Tu mejor estrategia en Miami
Protector solar: Úsalo como si no hubiera un mañana
En Miami, el protector solar debería ser algo tan básico como limpiarte los dientes o ponerte desodorante. Y ojo, untarte protección “a cascoporro” únicamente para ir de marcha a South Beach es como pretender ponerte en forma yendo al gimnasio solo cuando hay luna llena: un auténtico cuento chino. Tienes que aplicártelo cada santísimo día del año (sí, también en diciembre, también cuando está nublado, y también cuando solo vas a sacar la basura), reaplicarlo cada dos horitas si andas al aire libre y no olvidarte después de darte un chapuzón o de sudar como un pollo en el asador.
Los dermatólogos de Miami estamos hasta el gorro (o hasta otro sitio que no puedo mencionar en un artículo serio) de repetirlo como locos, pero es que no hay tutía. Un FPS 30 como mínimo (aunque yo personalmente receto 50+ para el infiernillo climático de Florida), de amplio espectro, aplicado en cantidades generosas (más o menos un chupito entero para un cuerpo adulto) puede ser la diferencia entre envejecer con gracia o parecer la momia de Tutankamón cuando apenas has soplado 40 velitas.
Ropa protectora: La moda que puede salvarte la vida
En Miami, donde las temperaturas pueden volver loca a cualquier persona, la idea de cubrirse con ropa puede parecer absurda. Pero existen opciones de tejidos ligeros con protección UV que son perfectos para nuestro clima. Sombreros de ala ancha, gafas de sol con filtro UV y ropa técnica pueden ser tus mejores aliados. He notado que muchos pacientes de Miami se resisten a estas medidas por estética, pero créeme, un cáncer de piel en la nariz es mucho menos atractivo que un sombrero bonito. Además, la industria de la moda ha evolucionado y ahora hay opciones estilosas que ofrecen protección sin sacrificar la estética.
Autoexamen regular: Conócete a ti mismo
Conocer tu propia piel es fundamental para detectar a tiempo cualquier cambio sospechoso de cáncer de piel, especialmente en Miami donde el riesgo es mayor. Dedica unos minutos cada mes a examinarte de pies a cabeza, incluyendo zonas difíciles como la espalda, el cuero cabelludo y entre los dedos de los pies. Utiliza espejos o pide ayuda a alguien de confianza. Una paciente mía de Miami detectó un melanoma en fase inicial simplemente porque notó que un lunar en su pantorrilla había cambiado de forma. “Me salvé porque recordé lo que me dijo sobre vigilar mis lunares”, me confesó después. Ese tipo de historias hacen que mi trabajo valga la pena.

Diagnóstico y tratamiento en Miami
Biopsia: La prueba definitiva
Cuando existe sospecha de cáncer de piel en mi consulta de Miami, el siguiente paso es una biopsia. Es un procedimiento sencillo, bajo anestesia local, donde se toma una muestra de tejido para su análisis. Muchos pacientes le tienen pánico a la palabra “biopsia”, pero les aseguro que es un proceso rápido y con mínimas molestias. El diagnóstico temprano del cáncer de piel puede marcar una diferencia abismal en el pronóstico, especialmente en casos de melanoma. En Miami, donde la incidencia es alta, no deberías dudar en consultar si tienes alguna lesión sospechosa.
Opciones de tratamiento: Hay luz al final del túnel
El tratamiento del cáncer de piel ha avanzado significativamente en los últimos años, ofreciendo múltiples opciones según el tipo y estadio. Desde la escisión quirúrgica hasta la cirugía micrográfica de Mohs (particularmente útil en zonas como la cara, donde preservar tejido sano es crucial), radioterapia, crioterapia o terapias tópicas como el imiquimod. En casos más avanzados, especialmente en melanomas, pueden ser necesarias terapias sistémicas como la inmunoterapia. En Miami contamos con centros especializados en el tratamiento del cáncer de piel, con profesionales de primer nivel capacitados en las técnicas más innovadoras.
Recuperación y seguimiento: El camino continúa
El seguimiento tras un diagnóstico de cáncer de piel es crucial, especialmente en un entorno de alto riesgo como Miami. Los pacientes que han tenido cáncer de piel tienen mayor probabilidad de desarrollar nuevas lesiones. Por eso, el seguimiento dermatológico regular es imprescindible. Recuerdo a Roberto, un paciente que tras superar un carcinoma basocelular en la frente, venía religiosamente a sus revisiones semestrales. “Doctor, desde que me detectaron el cáncer de piel, me tomé en serio su consejo de protegerme del sol de Miami. No solo me ha salvado de más sustos, sino que mi piel se ve mucho mejor”. Casos como el suyo demuestran que la prevención y el seguimiento adecuado dan resultados.
Mitos sobre el cáncer de piel en Miami
“El bronceado es saludable”
Este mito está más extendido en Miami que las palmeras. El concepto de “bronceado saludable” es una contradicción en sí mismo. Cualquier cambio de color en la piel debido al sol indica daño celular. Punto. Es como si dijéramos que un moretón leve es “saludable” porque no duele mucho. El bronceado es la respuesta de la piel ante una agresión, y la acumulación de estas agresiones a lo largo del tiempo puede derivar en cáncer de piel. En Miami, donde la cultura del bronceado está tan arraigada, combatir este mito es cuesta arriba, pero fundamental para reducir la incidencia del cáncer de piel.
“No necesito protección en días nublados”
¡Menuda sandez de calibre olímpico! Este mito se pasea por Miami con más chulería que un gallito en un corral. Vamos a poner los puntos sobre las íes de una vez por todas: las nubes, esas tramposas del cielo, apenas filtran un miserable 20% de los rayos ultravioleta. El resto (agárrate que vienen curvas) atraviesa alegremente ese telón de vapor como si fuera una cortina de humo y aterriza en tu pobre piel con una potencia casi idéntica a la de un día soleado sin una nube en el firmamento.
En mi consulta me ha tocado tratar a pacientes con lesiones malignas que, con la mano en el corazón, me juraban ser devotos de la protección solar… para luego descubrir que su idea de “protección” se limitaba a ponerse crema SPF 15 exclusivamente cuando iban a broncearse en la playa. ¿Y qué pasa con esos minutos esperando el bus? ¿O con el rato paseando por Lincoln Road? ¿O conduciendo con la ventanilla bajada? Aquí en Miami, la protección solar debería ser tan automática como respirar al despertarte.
Como le machaco a mis pacientes hasta que se les queda grabado a fuego: “Si hay suficiente claridad para distinguir a tu suegra a diez pasos, hay suficientes rayos UV para fastidiarte la piel para los restos”.