Dermatitis: Los diferentes tipos y cómo tratarlos adecuadamente

Dermatitis y jacksonville.

Llevo casi dos décadas viendo pacientes con dermatitis en mi consulta de Jacksonville. No miento si digo que es pan comido de cada día. Esta afección cutánea puede volver loca a cualquier persona, y lo digo en serio. La piel se inflama, se irrita, pica hasta desesperar… y los pacientes llegan a mi consulta ya hartos después de gastar una pequeña fortuna en cremas que prometían milagros. El típico «me lo recomendó mi vecina» o «lo vi en TikTok» suele ser parte de la conversación inicial. Con el calor y humedad que padecemos aquí en Jacksonville durante buena parte del año, la dermatitis no da tregua.

¿Qué es la dermatitis? Aclarando conceptos

Vamos al grano: No es una enfermedad única, sino un cajón de sastre donde metemos varias afecciones inflamatorias de la piel. El nombre viene del griego «derma» (piel) e «itis» (inflamación), pero eso ya lo saben hasta mis estudiantes de primer año. Lo importante es entender que en Jacksonville, cerca del 30% de mis pacientes cruzan la puerta de la consulta por algún tipo de dermatitis, y muchos ya vienen con cara de «doctor, no aguanto más».

La piel se enrojece, se hincha, a veces salen ampollas que pueden supurar (especialmente asqueroso, pero natural), y en casos crónicos queda seca y escamosa como piel de lagarto. El picor es lo peor; he tenido pacientes que se han lastimado la piel al rascarse mientras dormían. Un paciente me confesó: «Doc, preferiría tener gripe una semana que este picor infernal un día más».

Dermatitis atópica: La pesadilla de muchos padres en Jacksonville

La dermatitis atópica es como un invitado no deseado que llega en la infancia y a veces se queda de por vida. Con la humedad que tenemos en Jacksonville, especialmente de mayo a septiembre, esta condición se vuelve un verdadero calvario para muchas familias. La piel se pone roja, escamosa y pica como mil demonios. ¡Y claro que tiene componente genético! Si mamá o papá tuvieron eccema, el niño tiene las papeletas para la rifa.

El otro día, Emma, una niña de 5 años, llegó a mi consulta rascándose como si tuviera hormigas bravas debajo de la piel. Sus padres, con ojeras hasta el suelo, me contaban que no habían pegado ojo en semanas. «Ni las lociones de avena funcionan, doctor,» decía la madre con voz quebrada. Las noches sin dormir hacen estragos en toda la familia. Después de adaptar su rutina de baño (agua templada, nada caliente), usar un jabón suave como el pecado y aplicar corticoides de baja potencia junto con cremas hidratantes a cascoporro, Emma mejoró considerablemente. Cuando volvieron un mes después, hasta sonreían.

Dermatitis de contacto: Cuando tu piel dice «hasta aquí hemos llegado»

Esta la veo todos los días en Jacksonville. Se divide en dos: la irritativa (cuando algo fastidia directamente tu piel, como detergentes fuertes) y la alérgica (cuando tu sistema inmune monta un numerito por algo específico). El clima húmedo de Jacksonville hace que la piel esté más susceptible y que los químicos penetren mejor, para desgracia de muchos.

Un caso que no olvido: Mario, chef de un restaurante de mariscos en el río St. Johns. Vino a mi consulta con las manos que parecían acabadas de sacar de un horno. «Mire doctor, esto es una desgracia. No puedo ni coger un cuchillo sin que me arda todo», me dijo mostrándome unas manos con grietas tan profundas que daba miedo verlas. Resulta que era alérgico a un conservante de los guantes que usaba, sumado al constante contacto con limón y otros cítricos. Encontrar al culpable fue como jugar a los detectives, pero cuando cambió de guantes y empezó a usar una crema barrera antes del trabajo, sus manos resucitaron en dos semanas.

Diagnóstico diferencial: O cómo no meter la pata con la dermatitis

Aquí viene la parte complicada que no les cuentan en Google. En mi clínica de Jacksonville, me paso un buen rato distinguiendo entre tipos de dermatitis porque, ¡sorpresa!, no todas se tratan igual. Y lo peor es que hay condiciones que se disfrazan de dermatitis: psoriasis, tiña, incluso linfomas cutáneos que dan un susto de muerte cuando los descubres.

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La dermatitis seborreica, por ejemplo, afecta zonas donde hay más glándulas sebáceas que cotillas en un pueblo pequeño: cuero cabelludo, cejas, los pliegues al lado de la nariz. Con el bochorno que tenemos en Jacksonville durante el verano, esta condición se vuelve especialmente incómoda. La cantidad de pacientes que entran a mi consulta diciendo «doctor, tengo mucha caspa» cuando realmente tienen una dermatitis seborreica que necesita tratamiento específico no tiene nombre.

Dermatitis numular

Esta enfermedad tiene su aquel. Forma lesiones redondas u ovaladas, como monedas antiguas esparcidas por la piel. En Jacksonville la veo principalmente en personas mayores cuando llega el invierno (que tampoco es que sea el polo norte, pero para los locales cualquier temperatura bajo los 60°F ya es una glaciación).

Recuerdo a Don Roberto, un jubilado de 72 años, adicto al golf en TPC Sawgrass. Vino arrastrando los pies a mi consulta, con los brazos llenos de círculos rojos que parecían mapas del tesoro. «Doctor, me estoy volviendo loco con la picazón. Mi mujer ya no quiere dormir conmigo porque me paso la noche rascándome», me confesó casi en susurros. Después de un tratamiento con corticoides, antibióticos para una infección secundaria (porque se había rascado hasta sangrar, pobre hombre) y un régimen de hidratación casi religioso, Don Roberto volvió a su normalidad. «¡Caramba, doctor! Por fin puedo concentrarme en mi swing sin querer arrancarme la piel a tiras», me dijo en la revisión.

Dermatitis por estasis: Cuando tus venas y tu piel se llevan fatal

Esta forma de dermatitis va de la mano con problemas circulatorios. Jacksonville, con su creciente población de jubilados que huyen del frío del norte, es un punto caliente para casos donde la piel de las piernas se pone roja y escamosa, pica y si la cosa se pone fea, pueden aparecer úlceras que son un auténtico dolor de cabeza.

Una abuelita de origen cubano de 68 años se mudó para estar cerca de sus nietos, llevaba unos meses siendo tratada con antibióticos por unas supuestas infección en las piernas. «Ay doctor, me han recetado tantas pastillas que ya parezco una farmacia ambulante, y nada mejora», se lamentaba. Cuando le expliqué que su problema era una dermatitis por estasis relacionada con su insuficiencia venosa, casi llora de alivio. Con medias de compresión (que odiaba con toda su alma al principio), elevación de piernas tres veces al día y tratamiento tópico adecuado, sus piernas mejoraron tanto que dos meses después vino a la consulta con falda por primera vez en años.

Tratamientos modernos: Más allá de «échese esta cremita»

El tratamiento de esta enfermedad ha cambiado muchísimo. En Jacksonville, donde el clima nos juega malas pasadas, empezamos con lo básico: hidratar como si no hubiera mañana, identificar qué demonios está causando el problema, y luego vamos subiendo la intensidad si es necesario.

Los corticosteroides tópicos siguen siendo los reyes del mambo para casi todas las dermatitis. Pero cuidado, no es lo mismo ponerse un corticoide suave en la cara que uno potente en los codos. He visto pacientes en Jacksonville que se han aplicado corticoides para caballos en la cara porque «si es más fuerte, curará más rápido», y acaban con la piel más fina que el papel de fumar.

Inmunomoduladores tópicos: Para cuando los esteroides no son buena idea

Tacrolimus y pimecrolimus son palabrejas que mis pacientes al principio no pueden ni pronunciar, pero se vuelven sus mejores amigos cuando los esteroides ya no son opción. Van de maravilla en zonas delicadas como párpados o pliegues, donde los esteroides pueden causar más problemas que soluciones.

En Jacksonville he visto resultados espectaculares, especialmente en niños con dermatitis atópica en la cara. Nunca olvidaré a la madre de Santiago, un niño de 6 años que parecía llevar una máscara roja permanente por su dermatitis facial. Tras un mes con pimecrolimus, vino a la consulta y me dijo: «Doctor, los niños del colegio ya no le llaman ‘cara de tomate'». Esos momentos son los que me recuerdan por qué me hice dermatólogo. La única pega es el precio; no están precisamente regalados y algunos seguros en Jacksonville ponen más pegas que un inspector de hacienda.

Terapias biológicas: El futuro ya está aquí (pero cuesta un riñón)

Para casos de dermatitis atópica que parecen sacados de una película de terror, tenemos ahora medicamentos biológicos como dupilumab. En mi consulta de Jacksonville tengo varios pacientes que parecen personas distintas después de empezar estos tratamientos.

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Carlos, un ingeniero de 42 años que trabaja en el sector aeroespacial cerca del aeropuerto de Jacksonville, había probado de todo. «Doctor, tengo la piel tan irritada que hasta el aire me duele», me dijo en su primera visita, mientras me mostraba unos brazos que parecían mapas topográficos de lo irritados y engrosados que estaban. Después de batallar con su seguro médico (toda una odisea), conseguimos que le cubrieran el tratamiento biológico. Dos meses después, entró por la puerta con una sonrisa de oreja a oreja. «Es como si me hubieran dado piel nueva, doctor. Mi mujer dice que ya no convierto las sábanas en un campo de batalla por la noche».

Dermatitis y jacksonville.

Estrategias preventivas: Porque más vale prevenir que lamentar

La prevención es crucial, especialmente en Jacksonville donde el clima pasa de húmedo y pegajoso a seco y fresco dependiendo de la estación. Mis pacientes ya saben el sermón: nada de jabones fuertes (olvídate del Irish Spring, por muy bien que huela), agua templada en la ducha (no hirviendo como si estuvieras cocinando langostas), crema hidratante a cascoporro justo después del baño, y ropa de algodón que respire.

Para mis pacientes surfistas o que frecuentan las playas de Jacksonville Beach y Ponte Vedra, les insisto: «Dúchate con agua dulce inmediatamente después de salir del mar y ponte hidratante como si no hubiera mañana». El agua salada reseca, y si ya tienes dermatitis, es como echar gasolina al fuego.

La dieta y suplementos: Entre la ciencia y el «mi cuñado me dijo»

Sobre la relación entre comida y dermatitis hay más mitos que en la mitología griega. Aunque la evidencia científica es limitada, he visto pacientes en Jacksonville que mejoran al eliminar ciertos alimentos. Siempre recomiendo hacerlo con cabeza: eliminar una cosa cada vez, durante al menos dos semanas, y llevar un diario de síntomas.

Ana, una profesora de yoga de 35 años de Jacksonville, juró y perjuró que sus brotes disminuyeron drásticamente al eliminar lácteos. «Doctor, parezco una loca hablando de esto, pero desde que cambié la leche de vaca por bebida de almendras, mi piel ha mejorado un 80%». ¿Coincidencia? Quizás. ¿Efecto placebo? Posiblemente. ¿Le funciona? Sin duda. Sobre los suplementos, los omega-3 muestran algunas promesas, pero tampoco son la panacea universal que algunos vendedores de Jacksonville Landing quieren hacerte creer.

Manejo del estrés: Porque tu piel también tiene nervios

El vínculo entre estrés y dermatitis es más real que los impuestos. El estrés dispara una cascada inflamatoria que puede convertir una dermatitis controlada en un infierno en cuestión de horas. En Jacksonville, ciudad en crecimiento donde el tráfico en la I-95 ya causa úlceras a cualquiera, el manejo del estrés es parte fundamental del tratamiento.

Un profesor de la Universidad de North Florida venía a mi consulta religiosamente con brotes severos de dermatitis justamente durante los períodos de exámenes finales. «Es matemático, doctor. Cuando tengo que corregir 150 exámenes en tres días, mi piel se rebela». Después de empezar a practicar meditación diaria y yoga los fines de semana en un estudio cerca de San Marco, sus brotes disminuyeron tanto en frecuencia como en intensidad. «Mis estudiantes ya no me llaman ‘el profesor rojo’ a mis espaldas», me comentó entre risas en su última visita.

Consideraciones especiales para los que aguantan el clima de Jacksonville

El clima de esta ciudad es especial, y no precisamente en el buen sentido para quien sufre dermatitis. Pasamos de veranos que te hacen sentir como en una sauna a inviernos donde la calefacción reseca el ambiente interior. Durante julio y agosto, cuando la humedad es tan alta que casi puedes nadar en el aire, recomiendo a mis pacientes usar humectantes ligeros, no comedogénicos (palabra fancy para decir «que no te va a dar granos»).

Los grupos de apoyo en Jacksonville son un salvavidas. Tenemos uno que se reúne mensualmente en el área de San Marco, donde los pacientes intercambian desde consejos prácticos hasta recomendaciones sobre qué médico tiene menos lista de espera. Como me dijo una paciente: «Doctor, es el único lugar donde puedo rascarme sin que me miren raro».

La dermatitis puede amargar la existencia, pero con un diagnóstico certero y tratamiento personalizado, la mayoría de mis pacientes en Jacksonville consiguen controlar sus síntomas y volver a disfrutar de la vida. Al final del día, mi mayor satisfacción es ver a alguien que entró cabizbajo y rascándose volver semanas después con una sonrisa y, lo más importante, sin marcas de uñas en la piel.

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